A ritmo de Mariachi y al son de los tambores de varios Danzantes Aztecas, se dio inicio a la procesión de la Virgen de Guadalupe, que se ha realizado 16 veces en Riverside, la cual comienza en la iglesia Our Lady of Guadalupe Shrine hasta la cumbre del Mount Rubidoux.
El sábado 6 de diciembre, bendecidos con un clima celestial, miles de peregrinos locales y de otras comunidades hicieron este recorrido de un poco más de tres millas. Era fácil seguir el rastro de la procesión: iba dejando pétalos de rosa en su trayecto.
Jorge Peña, coordinador del Grupo San Juan Diego, explicó que el mismo está conformado por 30 hombres, cuyas edades oscilan entre los 18 a 60 años. Ellos son los encargados de cargar a la Virgen.
En le grupo hay dos guatemaltecos y un salvadoreño, pero la mayoría son de origen mexicano.
“Yo me siento muy orgulloso de ser mexicano, porque fue allí donde apareció la Virgencita”, dijo Mario Axel, miembro de este grupo, quien afirmó que cumplirá con esa misión “hasta que la Virgen me lo permita.”
La noche anterior a la procesión, las mujeres se encargaron de colocar a la Virgen unas 24 docenas las rosas de diferentes colores, que fueron compradas en el mercado de Los Angeles.
Así lo informó, Ethel González, quien es coordinadora del comité San Juan Diego y de la procesión en general.
“Durante el resto de la semana le estamos cambiando las rosas… hasta el 11 de diciembre”, dijo.
Además mencionó que representantes de la ciudad de Riverside han manifestado su interés de incluir esta procesión en el calendario de eventos anuales.
Una vez que todos los feligreses llegan a lo alto del Mount Rubidoux, se ofreció una misa.
“Estamos integrando mucho a la comunidad guatemalteca, en la liturgia hubo una persona que dio la bienvenida en la lengua Maya. Es una manera de decirle que todos son bienvenidos”, dijo Efrén Rosales, miembro del comité organizador de la procesión.
Además indicó que hubo muchas más personas que el año pasado, estiman que participaron unas 8 mil personas en la procesión.
Tradicional celebración
Lo primero que se escucha apenas sacan a la Virgen Morena de la iglesia es el canto del mariachi.
Martha Trejo, del Mariachi Juvenil Los Potrillos dijo que durante el recorrido “no sientes el cansancio, por la gente, el alboroto, la alegría”. Esta agrupación ha estado cantandole a la Virgen en esa iglesia durante los últimos cuatro años.
Luego, los fuertes sonidos de tambores invaden el silencio de la mañana.
Entre los danzantes este año estaba una joven madre danzando con su hijo de 6 meses entre los brazos. Se trataba de Carmen Antolin, de 21 años quien dijo fue introducida en la Danza Azteca por su esposo, Roberto Carlos Antolin, de 26 años.
Ella es del Estado de México y él de Guadalajara, hoy día ésta familia reside en Pomona.
“Yo tengo 14 años bailando. Es un orgullo… un respeto bailar para la Virgen”, dijo el joven padre bastante emocionado.
Mientras que la madre, mencionó que su bebé estaba balbuceando al sonido del tambor.
“Más que nada es dar las gracias. Antes de este niño había perdido un bebé y pensé que no se me iba a dar”, dijo Carmen.
Descalza
Entre los miles de peregrinos se observan grupos familiares completos, en su mayoría de origen latino.
Los adultos estaban empujando los cochecitos de los niños, cargándolos en sus brazos o en sus hombros.
Entre esos fieles estaba María Guadalupe Galván, una residente de Riverside de 33 años, quien iba descalza subiendo el Mount Rubidoux.
“Por gusto me quité el estómago. Aquí me dijeron que no me iban a ser la operación porque tengo problemas de mala circulación. Entonces me fui a Tijuana hace seis meses”, dijo.
Un poco conmovida Galván relató que “le prometí a la Virgen que si salía bien, iría descalza desde el templo hasta arriba”.
Al preguntarle detalles de su andar, Galván confesó que en ocasiones sentía pedazos de piedrecitas incrustarseles en la planta de sus pies.
“Me duele, pero es más el agradecimiento que le tengo a ella… que el dolor que siento”, dijo.
Pero esa no era la primera vez que Galván realiza esta procesión.
“Este es mi año número 11. Venimos años tras años: mi mamá, hermanas, sobrinos, mis tres hijos, a los varones los he vestido de San Juan Diego y a mis niñas de la Virgen de Guadalupe. Mi esposo, que es camionero, pide este día libre. Esto es algo que hemos hecho desde mis bisabuelos. Es importante para nosotros”, dijo.